lunes, 31 de octubre de 2011

Carta a Diogneto

Si quieres sentirte orgulloso y conocer cual es la realidad de nosotros los Cristianos, Catolicos y No Catolicos... Es un buen momento para evaluar nuestras obras.

DISCURSO A DIOGNETO


Se trata de un breve tratado apologético dirigido a un tal Diogneto que, al parecer, había preguntado acerca de algunas cosas que le llamaban la atención sobre las creencias y modo de vida de los cristianos: "Cuál es ese Dios en el que tanto confían; cuál es esa religión que les lleva a todos ellos a desdeñar al mundo y a despreciar la muerte, sin que admitan, por una parte, los dioses de los griegos, ni guarden, por otra, las supersticiones de los judíos; cuál es ese amor que se tienen unos a otros, y por qué esta nueva raza o modo de vida apareció ahora y no antes» (Cap. 1).

El desconocido autor de este tratado, compuesto seguramente a finales del siglo II, va respondiendo a estas cuestiones en un tono más de exhortación espiritual y de instrucción que de polémica o argumentación. Literariamente es, sin duda, la obra más bella y mejor compuesta de la literatura apologética: sus formulaciones acerca de la postura de los cristianos en el mundo o del sentido de la salvación ofrecida por Cristo son de una justeza y una penetración admirables.

* * * * *

Esta antigua obra es una exposición apologética de la vida de los primeros cristianos, dirigida a cierto Diogneto—nombre puramente honorífico, según la opinión más difundida—y redactada en Atenas, en el siglo II. Investigaciones recientes invitan a identificarla con la Apología de Cuadrato al emperador Adriano, que durante siglos se creyó perdida. Desgraciadamente, el único manuscrito que se conservaba de este antiguo texto fue destruido en el siglo pasado, durante la guerra franco-prusiana, en el incendio de la biblioteca de Estrasburgo. Todas las ediciones y traducciones se basan en ese único manuscrito, ya desaparecido.

La parte central de esta apología expone un aspecto fundamental de la vida de los primeros cristianos: el deber de santificarse en medio del mundo, iluminando todas las cosas con la luz de Cristo. Un mensaje siempre actual, que el Señor ha recordado a los hombres en estos tiempos últimos con las enseñanzas del Concilio Vaticano II.

* * * * *

Una de las Apologías más breves y mejor escritas que nos han llegado, el Discurso a Diogneto.

El autor dirige su obra a Diogneto, que puede ser un nombre propio pero también un título dado al emperador («conocido de Zeus»), para responder a su interés por conocer la doctrina y la vida de los cristianos. Comienza refutando la idolatría: las imágenes a las que se adora no son dioses, sino objetos hechos por los hombres y que no pueden valerse por sí mismos; también los judíos están equivocados, pues aunque adoran al Dios verdadero, lo hacen con ritos innecesarios y ridículos, a los que conceden gran importancia. Los cristianos en cambio, que viven en este mismo mundo sin huir de él, que usan el mismo vestido y la misma lengua y viven en las mismas ciudades, están en el mundo como si no fueran de él; son como el alma del mundo, aborrecidos por éste y sin embargo dándole vida. Sus convicciones son tan firmes que no vacilan en dar la vida para no abandonarlas; pues no se han inventado su doctrina, sino que la han recibido de Dios, que se ha manifestado últimamente, enviando a su Hijo amado para que nos revelara lo que desde un principio tenía preparado para nosotros; además, el Hijo de Dios nos ha librado de nuestra culpa sufriendo por nuestros pecados. Exhorta después a Diogneto a conocer a Dios Padre y a amarle a Él y al prójimo para que, viviendo en la tierra, pueda contemplar al Dios del cielo.

MOLINÉ




TEXTOS


Una vez que te hayas purificado de todos los prejuicios que dominan tu mente y te hayas liberado de tus hábitos mentales que te engañan, haciéndote como un hombre radicalmente nuevo puedes comenzar a ser oyente de ésta que tú mismo confiesas ser una doctrina nueva. Mira, no sólo con tus ojos, sino también con tu inteligencia cuál es la realidad y aun la apariencia de ésos que vosotros creéis y decís ser dioses. Uno es una piedra como las que pisamos; otro es un pedazo de bronce, no mejor que el que se emplea en los cacharros de nuestro uso ordinario; otro es de madera, que a lo mejor está ya podrida; otro es de plata, y necesita de un guardia para que no lo roben; otro es de hierro y el orín lo corrompe; otro es de arcilla, en nada mejor que la que se emplea para los utensilios más viles. ¿No están todos ellos hechos de materia corruptible?... ¿No fue el escultor el que los hizo, o el herrero, o el platero o el alfarero?... No son todos ellos cosas sordas, ciegas, inanimadas, insensibles, inmóviles? ¿No se pudren todas? ¿No se destruyen todas? Esto es lo que vosotros llamáis dioses, y a ellos os esclavizáis, a ellos adoráis, para acabar siendo como ellos. ¿Por eso aborrecéis a los cristianos, porque no creen que eso sean dioses?... 1


¿Por qué los cristianos no practican la misma religión que los judíos? Los judíos, en cuanto se abstienen de la idolatría y adoran a un solo Dios de todas las cosas al que tienen por Dueño soberano, piensan rectamente. Pero se equivocan al querer tributarle un culto semejante al culto idolátrico del qué hemos hablado. Porque los griegos muestran ser insensatos al presentar sus ofrendas a objetos insensibles y sordos; pero éstos hacen lo mismo, como si Dios tuviera necesidad de ellas, lo cual más parece propio de locura que de verdadero culto religioso. Porque el que hizo «el cielo y la tierra y todo lo que en ellos se contiene» (Sal 145, 6) y que nos dispensa todo lo que nosotros necesitamos, no tiene necesidad absolutamente de nada, y es él quien proporciona las cosas a los que se imaginan dárselas... No es necesario que yo te haya de informar acerca de sus escrúpulos con respecto a los alimentos, su superstición en lo referente al sábado, su gloriarse en la circuncisión y su simulación en materia de ayunos y novilunios: todo eso son cosas ridículas e indignas de consideración. ¿Cómo no hemos de tener por impío el que de las cosas que Dios ha creado para los hombres se tomen algunas como bien creadas, mientras que se rechazan otras como inútiles y superfluas? ¿Cómo no es cosa irreligiosa calumniar a Dios, atribuyéndole que él nos prohibe que hagamos cosa buena alguna en sábado? ¿No es digno de irrisión el gloriarse en la mutilación de la carne como signo de elección, como si con esto ya hubieran de ser particularmente amados de Dios?... Con esto pienso que habrás visto suficientemente cuánta razón tienen los cristianos para apartarse de la general inanidad y error y de las muchas observaciones y el orgullo de los judíos 2.


En cuanto al misterio de la religión propia de los cristianos, no esperes que lo podrás comprender de hombre alguno. Los cristianos no se distinguen de los demás hombres ni por su tierra, ni por su lengua, ni por sus costumbres. En efecto, en lugar alguno establecen ciudades exclusivas suyas, ni usan lengua alguna extraña, ni viven un género de vida singular. La doctrina que les es propia no ha sido hallada gracias a la inteligencia y especulación de hombres curiosos, ni hacen profesión, como algunos hacen, de seguir una determinada opinión humana, sino que habitando en las ciudades griegas o bárbaras, según a cada uno le cupo en suerte, y siguiendo los usos de cada región en lo que se refiere al vestido y a la comida y a las demás cosas de la vida, se muestran viviendo un tenor de vida admirable y, por confesión de todos, extraordinario. Habitan en sus propias patrias, pero como extranjeros; participan en todo como los ciudadanos, pero lo soportan todo como extranjeros; toda tierra extraña les es patria, y toda patria les es extraña.

Se casan como todos y engendran hijos, pero no abandonan a los nacidos. Ponen mesa común, pero no lecho. Viven en la carne, pero no viven según la carne. Están sobre la tierra, pero su ciudadania es la del cielo. Se someten a las leyes establecidas, pero con su propia vida superan las leyes. Aman a todos, y todos los persiguen. Se los desconoce, y con todo se los condena. Son llevados a la muerte, y con ello reciben la vida. Son pobres, y enriquecen a muchos (/2Co/06/10). Les falta todo, pero les sobra todo. Son deshonrados, pero se glorían en la misma deshonra. Son calumniados, y en ello son justificados. «Se los insulta, y ellos bendicen» (1 Cor 4, 22). Se los injuria, y ellos dan honor. Hacen el bien, y son castigados como malvados. Ante la pena de muerte, se alegran como si se les diera la vida. Los judíos les declaran guerra como a extranjeros y los griegos les persiguen, pero los mismos que les odian no pueden decir los motivos de su odio.

Para decirlo con brevedad, lo que es el alma en el cuerpo, eso son los cristianos en el mundo. El alma está esparcida por todos los miembros del cuerpo, y los cristianos lo están por todas las ciudades del mundo. El alma habita ciertamente en el cuerpo, pero no es es del cuerpo, y los cristianos habitan también en el mundo, pero no son del mundo. El alma invisible está en la prisión del cuerpo visible, y los cristianos son conocidos como hombres que viven en el mundo, pero su religión permanece invisible. La carne aborrece y hace la guerra al alma, aun cuando ningún mal ha recibido de ella, sólo porque le impide entregarse a los placeres; y el mundo aborrece a los cristianos sin haber recibido mal alguno de ellos, sólo porque renuncian a los placeres. El alma ama a la carne y a los miembros que la odian, y los cristianos aman también a los que les odian. El alma está aprisionada en el cuerpo, pero es la que mantiene la cohesión del cuerpo; y los cristianos están detenidos en el mundo como en un prisión, pero son los que mantienen la cohesión del mundo. El alma inmortal habita en una tienda mortal, y los cristianos tienen su alojamiento en lo corruptible mientras esperan la inmortalidad en los cielos. El alma se mejora con los malos tratos en comidas y bebidas, y los cristianos, castigados de muerte todos los días, no hacen sino aumentar: tal es la responsabilidad que Dios les ha señalado, de la que no sería licito para ellos desertar.

Porque, lo que ellos tienen por tradición no es invención humana: si se tratara de una teoría de mortales, no valdría la pena una observancia tan exacta. No es la administración de misterios humanos lo que se les ha confiado. Por el contrario, el que es verdaderamente omnipotente, creador de todas las cosas y Dios invisible, él mismo hizo venir de los cielos su Verdad y su Palabra santa e incomprensible, haciéndola morar entre los hombres y estableciéndola sólidamente en sus corazones. No envió a los hombres, como tal vez alguno pudiera imaginar, a un servidor suyo, algún ángel o potestad de las que administran las cosas terrenas o alguno de los que tienen encomendada la administración de los cielos, sino al mismo artífice y creador del universo, el que hizo los cielos, aquel por quien encerró el mar en sus propios limites, aquel cuyo misterio guardan fielmente todos los elementos, de quien el sol recibió la medida que ha de guardar en su diaria carrera, a quien obedece la luna cuando le manda brillar en la noche, a quien obedecen las estrellas que son el séquito de la luna en su carrera; aquel por quien todo fue ordenado, delimitado y sometido: los cielos y lo que en ellos se contiene, la tierra y cuanto en la tierra existe, el mar y lo que en el mar se encierra, el fuego. el aire, el abismo, lo que está en lo alto, lo que está en lo profundo y lo que está en medio. A éste envió Dios a los hombres. Ahora bien, ¿lo envió, como alguno de los hombres podría pensar, para ejercer una tirania y para infundir terror y espanto? Ciertamente no, sino que lo envió con bondad y mansedumbre, como un rey que envia a su hijo rey, como hombre lo envió a los hombres, como salvador, para persuadir, no para violentar, ya que no se da en Dios la violencia. Lo envió para invitar, no para perseguir; para amar, no para juzgar. Ya llegará el día en que lo envíe para juzgar, y entonces ¿quién será capaz de soportar su presencia?... 3.


65 Dios, Señor y Creador del universo, que hizo todas las cosas y las distinguió según su orden, no sólo se mostró amador de los hombres, sino también magnánimo con ellos. En realidad siempre fue tal, y lo sigue siendo, y lo será: benévolo, bueno, sin ira y veraz: sólo él es bueno. Y habiendo concebido un designio grande e inefable, lo comunicó sólo con su Hijo. Pues bien, mientras su voluntad llena de sabiduría se mantenía en secreto y se guardaba, parecía que no se cuidaba ni se preocupaba de nosotros. Pero después que lo reveló por medio de su Hijo amado y manifestó lo que tenía preparado desde el principio, nos lo dio todo de una vez, a saber, no sólo tener parte en sus beneficios, sino ver y comprender lo que ninguno de nosotros hubiera jamás esperado.

Así pues, teniéndolo todo preparado en sí mismo y con su Hijo, hasta el tiempo próximo pasado nos permitió que nos dejáramos llevar a nuestro antojo por nuestros desordenados impulsos, arrastrados por los placeres y concupiscencias. No es que tuviera en manera alguna complacencia en nuestros pecados, pero los toleraba. Ni tampoco aprobaba entonces aquel tiempo de iniquidad, sino que iba preparando el tiempo actual de justicia, para que, habiendo quedado en aquel tiempo convictos par nuestras propias obras de que éramos indignos de la vida, ahora fuéramos hechos dignos de ella por la bondad de Dios; y habiendo quedado bien patente que nosotros por nosotros mismos no podíamos entrar en el reino de Dios, se nos conceda ahora la capacidad de entrar por el poder del mismo Dios. Cuando nuestra iniquidad llegó a su colmo y se puso plenamente de manifiesto que la paga que podíamos esperar era el castigo y la muerte, llegó aquel momento que Dios había dispuesto de antemano a partir del cual tenía que mostrarse su bondad y su poder. ¡Oh maravillosa benignidad y amor de Dios para con los hombres! No nos aborreció, no nos arrojó de sí, no nos guardó rencor, sino que se mostró magnánimo, nos soportó, y compadecido de nosotros cargó sobre sí nuestros pecados. ÉI mismo «entregó a su propio Hijo» (Rm 8, 32) como rescate por nosotros: al santo por los pecadores, al inocente por los malvados, «al justo por los injustos» (1 Pe 3, 18), al incorruptible por los corruptibles, al inmortal por los mortales. Porque, ¿qué otra cosa podía cubrir nuestros pecados, fuera de su justicia? ¿En quién podíamos nosotros, malvados e impíos, ser justificados, sino sólo en el Hijo de Dios? ¡Oh dulce trueque! ¡Oh obra insondable! ¡Oh beneficios inesperados! La iniquidad de muchos quedó sepultada en un solo justo, y la justicia de uno bastó para justificar a muchos malvados.

De esta suerte, habiéndonos convencido Dios en el tiempo pasado de que por nuestra propia naturaleza no éramos capaces de alcanzar la vida, y habiendo mostrado ahora al salvador que es capaz de salvar lo imposible, quiso que a partir de estas dos cosas creyéramos en su bondad y le tuviéramos como sustentador nuestro, padre, maestro, consejero, médico, inteligencia, luz, honor, gloria, fuerza, vida, sin que anduviéramos preocupados de nuestro vestido o comida.

Si deseas llegar a alcanzar también tú esta fe, procura primero alcanzar el conocimiento del Padre. Porque Dios amó a los hambres, por los cuales hizo el mundo, a quienes sometió todas las cosas de la tierra, a quienes dio la razón y la inteligencia, los únicos a quienes concedió mirar hacia arriba para que pudieran verle, a quienes modeló a su propia imagen, a quienes envió a su Hijo unigénito (1 Jn 4, 9), a quienes prometió el reino de los cielos, que dará a los que le hubieren amado. No tienes idea de la alegría que te llenará cuando llegues a alcanzar este conocimiento, o del amor que puedes llegar a sentir para con aquel que primero te amó hasta tal extremo. Y cuando llegues a amarle, te convertirás en imitador de su bondad. No te maravilles de que el hombre pueda llegar a ser imitador de Dios: lo puede, si lo quiere Dios. Porque la felicidad no está en dominar tiránicamente al prójimo, ni en querer estar siempre por encima de los más débiles, ni en la riqueza, ni en la violencia para con los más necesitados: en esto no puede nadie imitar a Dios, porque todo esto es ajeno de su grandeza. Más bien el que toma sobre sí la carga de su prójimo, el que en aquello en que es superior está dispuesto a hacer el bien a su inferior, el que suministra a los necesitados lo que él mismo recibió de Dios, éste se convierte en Dios de los que reciben de su mano, éste es imitador de Dios.

Entonces, aunque morando en la tierra, podrás contemplar cómo Dios es el Señor de los cielos; entonces empezarás a hablar los misterios de Dios; entonces amarás y admirarás a los que reciben castigo de muerte por no querer negar a Dios; entonces condenarás el engaño y el extravio del mundo, cuando conocerás la verdadera vida del cielo, cuando llegarás a despreciar la que aquí se tiene por muerte, cuando temerás la muerte verdadera, que está reservada para los condenados al fuego eterno que ha de castigar hasta el fin a los que a él sean arrojados. Entonces, cuando hayas llegado a tener conocimiento de aquel fuego, admirarás a los que por causa de la justicia soportan este fuego temporal, y los tendrás por bienaventurados 4.

........................

1. Carta a Diogneto, cap. 2,

2, Ibid., cap. 3-4.

3. Ibid., cap. 5-7.

4. Ibid., cap. 8-10.




DISCURSO A DIOGNETO

Exordio:

Pues veo, Excelentísimo Diogneto, tu extraordinario interés por conocer la religión de los cristianos y que muy puntual y cuidadosamente has preguntado sobre ella: primero, qué Dios es ése en que confían y qué género de culto le tributan para que así desdeñen todos ellos el mundo y desprecien la muerte, sin que, por una parte, crean en los dioses que los griegos tienen por tales y, por otra, no observen tampoco la superstición de los judíos; y luego qué amor es ése que se tienen unos a otros; y por qué, finalmente, apareció justamente ahora y no antes en el mundo esta nueva raza, o nuevo género de vida; no puedo me-nos de alabarte por este empeño tuyo, a par que suplico a Dios, que es quien nos concede lo mismo el hablar que el oír, que a mí me conceda hablar de manera que mi discurso redunde en provecho tuyo, y a ti el oír de modo que no tenga por qué entristecerse el que te dirigió su palabra.

(1; BAC 65, 845)


La vida corriente de los cristianos y sus ideales:

Los cristianos, en efecto, no se distinguen de los demás hombres ni por su tierra ni por su habla ni por sus costumbres. Por-que ni habitan ciudades exclusivas suyas, ni hablan una lengua extraña, ni llevan un género de vida aparte de los demás. A la verdad, esta doctrina no ha sido por ellos inventada gracias al ta-lento y especulación de hombres curiosos, ni profesan, como otros hacen, una enseñanza humana; sino que, habitando ciudades griegas o bárbaras, según la suerte que a cada uno le cupo, y adaptándose en vestido, comida y demás género de vida a los usos y costumbres de cada país, dan muestras de un tenor de peculiar conducta, admirable, y, por confesión de todos, sorprendente. Habitan sus propias patrias, pero como forasteros; toman parte en todo como ciudadanos y todo lo soportan como extranjeros; toda tierra extraña es para ellos patria, y toda patria, tierra extraña. Se casan como todos: como todos engendran hijos, pero no exponen los que les nacen. Ponen mesa común, pero no le-cho. Están en la carne, pero no viven según la carne. Pasan el tiempo en la tierra, pero tienen su ciudadanía en el cielo. Obedecen a las leyes establecidas; pero con su vida sobrepasan las le-yes. A todos aman y por todos son perseguidos. Se los desconoce y se los condena. Se los mata y en ello se les da la vida. Son po
bres y enriquecen a muchos. Carecen de todo y abundan en todo. Son deshonrados y en las mismas deshonras son glorificados. Se los maldice y se los declara justos. Los vituperan y ellos bendicen. Se los injuria y ellos dan honra. Hacen bien y se los castiga como malhechores; castigados de muerte, se alegran como si se les diera la vida. Por los judíos se los combate como a extranjeros; por los griegos son perseguidos y, sin embargo, los mismos que los aborrecen no saben decir el motivo de su odio.

(5; BAC 65, 850-851)


La caridad

Si deseas alcanzar tú también esa fe, trata, ante todo, de adquirir conocimiento del Padre. Porque Dios amó a los hombres, por los cuales hizo el mundo, a los que sometió cuanto hay en la tierra, a los que concedió inteligencia y razón, a los solos que permitió mirar hacia arriba para contemplarle a Él, los que plasmó de su propia imagen, a los que envió su Hijo Unigénito, a los que prometió su reino en el cielo, que dará a los que le hubieren ama-do. Ahora, conocido que hayas a Dios Padre, ¿de qué alegría piensas que serás colmado?, ¿o cómo amarás a quien hasta tal extremo te amó antes a ti? Y en amándole que le ames, te convertirás en imitador de su bondad. Y no te maravilles de que el hombre pueda venir a ser imitador de Dios. Queriéndolo Dios, el hombre puede. Porque no está la felicidad en dominar tiránicamente sobre nuestro prójimo, ni en querer estar por encima de los más débiles, ni en enriquecerse y violentar a los necesitados. No es ahí donde puede nadie imitar a Dios, sino que todo eso es ajeno a su magnificencia. El que toma sobre sí la carga de su prójimo; el que está pronto a hacer bien a su inferior en aquello justamente en que él es superior; el que, suministrando a los necesitados lo mismo que él recibió de Dios, se convierte en Dios de los que reciben de su mano, ése es el verdadero imitador de Dios.

Entonces, aun morando en la tierra, contemplarás a Dios cómo tiene su imperio en el cielo; entonces empezarás a hablar de los misterios de Dios; entonces amarás y admirarás a los que son castigados de muerte por no querer negar a Dios; entonces condenarás el engaño y extravío del mundo, cuando conozcas la verdadera vida del cielo, cuando desprecies ésta que aquí parece muerte, cuando temas la que es de verdad muerte, que está reservada para los condenados al fuego eterno, fuego que ha de atormentar hasta el fin a los que fueren arrojados a él. Cuando este fuego conozcas, admirarás y tendrás por bienhadados a los que, por amor de la justicia, soportan estotro fuego de un momento.

(10; BAC 65, 850-858)
Te invito a que compartas tus pensamientos en este blog, deja tus comentarios, escribe sugerencias y plasma tus pensamientos libremente, pero con mucho respeto. muchas gracias y bienvenido.

lunes, 10 de octubre de 2011

FRASES DEL PAPA INCENTIVANDO A LOS JOVENES


FRASES DEL PAPA INCENTIVANDO A LOS JÓVENES A LA ALEGRÍA DE VIVIR EN DIOS:


“Hay palabras que solamente sirven para entretener, y pasan como el viento; otras instruyen la mente en algunos aspectos; las de Jesús, en cambio, han de llegar al corazón, arraigar en él y fraguar toda la vida”.

“Frente al relativismo y la mediocridad, surge la necesidad de esta radicalidad que testimonia la consagración como una pertenencia a Dios sumamente amado”.

 “La enseñanza no es una escueta comunicación de contenidos, sino una formación de jóvenes a quienes habéis de comprender y querer, en quienes debéis suscitar esa sed de verdad que poseen en lo profundo y ese afán de superación”.

“No paséis de largo ante el sufrimiento humano, donde Dios os espera para que entreguéis lo mejor de vosotros mismos: vuestra capacidad de amar y de compadecer”.

“Pedidle que os enseñe a estar muy cerca de los enfermos y de los pobres, con sencillez y generosidad (…) siendo testigos de Dios hecho hombre, mensajeros de la altísima dignidad de la persona humana y, por consiguiente, sus defensores incondicionales”.

“Quiero expresar a los representantes de las respectivas Administraciones mi más sentido y cordial agradecimiento en nombre de la Iglesia y de los jóvenes que disfrutan en estos días de vuestra acogida y solicitud”.

“Nuestra sociedad, en la que demasiado a menudo se pone en duda la dignidad inestimable de la vida, de cada vida, os necesita: vosotros contribuís decididamente a edificar la civilización del amor”.

“Os invito a pedir a Dios que os ayude a descubrir vuestra vocación en la sociedad y en la Iglesia y a perseverar en ella con alegría y fidelidad. Vale la pena acoger en nuestro interior la llamada de Cristo y seguir con valentía y generosidad el camino que él nos proponga”.

“No os guardéis a Cristo para vosotros mismos. Comunicad a los demás la alegría de vuestra fe”.

“Con vuestro servicio, habéis dado el rostro de la amabilidad, la simpatía y la entrega a los demás”.

 “Transmitid vuestra alegría especialmente a los que hubieran querido venir y no han podido hacerlo, a tantos como han rezado por vosotros y a quienes la celebración misma de la Jornada les ha tocado el corazón”.

Benedicto XVI a los jóvenes seminaristas: “No os dejéis intimidar en un entorno en el que se pretende excluir a Dios”

Madrid, 20 de agosto de 2011.- “No os dejéis intimidar en un entorno en el que se pretende excluir a Dios”. Con estas palabras, el Santo Padre se ha dirigido a más de 4.500 jóvenes seminaristas de todo el mundo.

Benedicto XVI ha mostrado su alegría por aquellos “que aspiran a ser sacerdotes de Cristo para el servicio de la Iglesia y de los hombres” “este lugar es hoy un inmenso cenáculo donde el Señor celebra con deseo ardiente su Pascua con quienes un día anhelan presidir en su nombre los misterios de la salvación”. “Al veros compruebo cómo permanece viva la misión de la Iglesia y la oferta del Evangelio al mundo”, ha dicho.

El Papa ha pedido a los seminaristas valentía ante su labor y les ha instado a que “afronten este reto sin complejos ni mediocridad, como una bella forma de realizar la vida humana en gratuidad y en servicio”. También les ha recordado: “Puede que os menosprecien, como se suele hacer con quienes evocan metas más altas o desenmascaran los ídolos ante los que hoy se postran”. El Santo Padre también ha manifestado que “el poder, el tener o el placer son los principales criterios por los que a menudo se rige la existencia” y, en este sentido, ha dicho: “Pedidle a Él que os conceda imitarlo en su caridad, sin rehuir a los alejados y pecadores para que, con vuestra ayuda, se conviertan y vuelvan al buen camino”. De igual manera, se ha referido a los enfermos y a los pobres, invitando a los seminaristas a que le pidan al Señor que les “enseñe a estar muy cerca de ellos”.

Un formador de excepción

El Pontífice ha aconsejado a los jóvenes que abran su alma al Señor para avanzar solamente si están persuadidos de que Dios les llama a ser sus ministros y plenamente decididos a ejercerlo obedeciendo las disposiciones de la Iglesia. Respecto al tiempo de preparación de los seminaristas, ha dicho que

“Son años de silencio interior, de permanente oración, de constante estudio y de inserción paulatina en las acciones y estructuras pastorales de la Iglesia”. Al mismo tiempo, les ha animado a que vivan los años de su formación con profunda alegría “en actitud de docilidad, lucidez y de radical fidelidad evangélica”.

El Santo Padre también ha recordado a los seminaristas que deben estar totalmente a disposición del Maestro, y que el sacerdote “ha de fructificar en toda clase de obras buenas”. También que la tarea en la que el sacerdote ha de gastar su vida es configurarse con Cristo. Para animarles en su labor, ha pronunciado estas emotivas palabras: “Cada época tiene sus problemas, pero Dios da en cada tiempo la gracia oportuna para asumirlos y superarlos con amor y realismo”.

Jornada Mundial de la Juventud 2011

LA VIDA A LA LUZ DE APARECIDA

LA VIDA A LA LUZ DE APARECIDA

Los héroes de la juventud no son los que más derrochan dinero en fiestas y viajes, los héroes de la juventud no son aquellos que viven la vida sin darse cuenta que se les está pasando, los héroes de la juventud no son aquellos que solo piensan en sí mismos y no ven que hay muchas personas esperando una palabra que salga de su boca. Los héroes de la juventud son quienes se aventuran a dar la vida por los demás, son los que apartan el mal humor de su pecho y alejan el sufrimiento de su cuerpo, viviendo en comunidad y reconociendo al prójimo como su hermano.

Siendo la comunión uno de los temas principales del documento de Aparecida, es necesario reevaluar las formas y los modos, por medio de los cuales la iglesia está atrayendo más obreros al regazo del Señor. Los jóvenes representamos un enorme potencial como discípulos y misioneros de Jesús, y entendiendo que estos no temen el sacrificio y la entrega de su propia vida, es necesario contar con ellos, no solo porque son el futuro y el presente vivo de la iglesia, si no porque son quienes tienen el deber de renovarla y animarla con la alegría innata que los caracteriza.

La tecnología va creciendo y los jóvenes van creciendo proporcionalmente con ella; así mismo la iglesia deberá crecer en sus formas de evangelizar, de aclarar y de  no dejar perder la vocación de los jóvenes que en esta generación se están forjando. Para nadie es un secreto que los adolecentes de esta época son más vulnerables, ¿Vulnerables a qué? A la droga, al alcohol, a los grupos sociales que se forman para hacer el mal; se ven atraídos a conseguir su beneficio a costo de cualquier cosa, sin importar nada, y a subsistir y encontrar el dinero en cualquier negocio “fácil” que se aparezca en el camino. Por estas razones,  hay que preocuparse por lo que va a ser de ellos y ayudarlos a construir un criterio solido en Dios.

Aceptando el ser cristianos como un don y no como una carga, con alegría y disposición para entregar nuestra juventud a la aventura del amor de Dios, nos decidimos a tomar un camino que aunque con dificultades y pruebas, siempre tendrá una luz que nos alumbre y una rosa que nos incentive a seguir caminando.  

Hoy encontramos más personas con sed de Dios y como tenemos vivo el tesoro del evangelio de Cristo, es tiempo de hablar del amor del Padre.

Al reconocernos como hijos de Dios, es necesario [1]Impulsar la acción evangelizadora de la Iglesia, llamada a hacer de todos sus miembros discípulos y misioneros de Cristo”, teniendo siempre presente la meta primera que es la santidad.

Esto solo se logra avivando nuestra fe, guiándola a partir de una espiritualidad trinitaria. Aquí el Padre será quien nos preparará para dirigirnos a Él. El Hijo será Juan el Bautista en nuestro camino, porque solo pisando las huellas que Jesús va dejando en el suelo, será como encontraremos el camino a la salvación. Y el Espíritu Santo será quien nos guie, con su fuego y con su amor nos llenará de dones para ponerlos al servicio de la comunidad[2].

El Señor nos da esa innata necesidad de caminar a su regazo, mientras nos observa ir en búsqueda de algo que necesitamos pero que no conocemos, nos aborda y nos pregunta: ¿Qué buscan? Sin necesidad de que respondamos, Él nos muestra el camino que debemos seguir para llegar a su encuentro. Esa experiencia personal con el Señor, es la que nos lleva a fortalecer nuestra fe, la que nos envuelve y guía para perseverar en el camino del discipulado. Ese encuentro personal con Jesús es lo que nos hace verdaderos discípulos y misioneros de su obra.

Para incentivar esos encuentros de amor, de gracia y de fe, debemos incluir en nuestra vida la Sagrada Eucaristía, fuente inagotable de amor por parte de Dios hacia nosotros. La Eucaristía es la que nos da la fuerza para reconocer y llamar a Dios, Padre. [3]“Solo quien reconoce a Dios, conoce la realidad y puede responder a ella de un modo adecuado y realmente humano”

Reconociéndonos como hijos de Dios, debemos apropiarnos de la realidad que nos interpela como discípulos y misioneros:

1.       Ponernos al servicio del reino.

2.       La importancia de la ciencia y la tecnología en la evangelización.

3.       Mirar la realidad de la vida, con más humildad.

4.       Avivar el sentido de unidad en la Iglesia.

5.       Dar razón de mi realidad como hijo de Dios, llegando así a reconocer también al prójimo como mi hermano.

Dispuestos al servicio, debemos entender que: [4]“Todo discípulo es misionero, Jesús nos hace partícipes de su misión; Jesús nos vincula como discípulos y hermanos suyos, y es deber de nosotros cumplir este cargo que no es opcional, es parte de nuestra identidad como Cristianos y es extensión de nuestra vocación” Los discípulos y misioneros debemos adoptar las actitudes de Jesús, en la generosidad de los misioneros se muestra la generosidad de Dios; en la gratitud de los apóstoles aparece la gratitud del evangelio.

No se puede concebir el ser discípulo y misionero sin tener una formación básica de lo que vamos a proclamar y predicar a los demás (teniendo en cuenta que nuestra vida es el primer ejemplo de convicción, esto nos llevará a ser más certeros y decisivos al momento de hablar de Dios). Es importante enseñar y cultivar el espíritu del aprendizaje de los nuevos discípulos y misioneros de Cristo en lugares como:

1.       La familia.

2.       Movimientos eclesiales – grupos juveniles.

3.       Pastoral juvenil.

4.       Capacitación – métodos pedagógicos

5.       Asegurar la participación activa de los jóvenes dentro de la iglesia – ministerios “música, danza, proyección social, acogida, intercesión, teatro, etc.”, escuelas “acólitos, proclamadores, servidores, etc.”, entre otros.

Viendo la familia como uno de los principales pilares de la iglesia, debemos tener en cuenta que así como a nuestros padres los educaron con una perspectiva de un Dios vivo, nosotros a los adolecentes de esta época debemos evangelizarlos y darles a conocer a ese Dios que vive. Para esto  podremos ayudarnos de la ciencia y la tecnología.

En la pastoral de la comunicación social, la tecnología y la comunicación puestos al servicio del evangelio ofrecen una misión sin límites, llegando así a tantas partes como el evangelizador se lo proponga. Esta evangelización tiene el fin natural de comunicar vida, [5]“la misión es dar la vida a otros, dejar la seguridad de la orilla y aventurarse a comunicar en aguas más profundas”, debemos dejar los miedos y lanzarnos a la misión.

Debemos como portadores del mensaje, ayudar no solo a comunicar si no a revelar a Cristo en el mundo, contribuyendo al encuentro de la verdadera vocación. Para esto debemos ser celosos y dispuestos a vivir y morir a la luz del evangelio, dejando una huella viva de Cristo hecho palabra. Los discípulos y misioneros primero lo conocemos y luego lo anunciamos. [6]El verdadero discípulo es aquel que pasa largos ratos a los pies del maestro” con alegría y fe seamos entonces portadores del evangelio.

La iglesia está al servicio de todos los seres humanos (Todos somos hijos de Dios, no importa el estrato ni la situación social, todos esperan el mensaje de Cristo en su vida). Explorando aguas más profundas, nos damos cuenta que la realidad de la vida es distinta a la que estamos acostumbrados a ver, hay personas necesitadas del Señor, en los lugares que nosotros menos nos imaginamos. Pero, ¿Cómo encontraremos el camino para la evangelización de los necesitados? Jesucristo que es el camino la verdad y la vida, Él sale a nuestro encuentro mostrándonos su amor de Padre, si Jesús que es el hijo de Dios tiene esa muestra de humildad tan grande; como nosotros pequeños servidores del Señor, no somos capaces de evitar nuestro ego y no evangelizamos a nuestro prójimo, ¿Porqué lo menospreciamos y lo consideramos menos?

Al entregar nuestra vida al amor del Padre y cumpliendo con la misión de la evangelización, caminamos hacia la santidad. Comprendiendo que la santidad no es individual o intima, debemos preocuparnos y vivir por los demás, dispuestos a entregarles nuestro tiempo, nuestro amor y nuestro respeto; siguiendo el ejemplo de Jesús (su vida es una entrega radical de sí mismo a favor de todas las personas, Él es el Salvador), besando sus pies y agradando al padre con obras humildes de misericordia.

La Iglesia necesita renovar el sentido de unidad, no solo con diálogos ecuménicos, no solo con atención y conferencias a los sacerdotes. Es triste ver como dentro de una misma Diócesis hay parroquias divididas, hay sacerdotes con soberbias y envidias entre sí, hay grupos juveniles odiándose y repudiándose entre sí. Esto es inconcebible, ya que todos seguimos y servimos a un mismo Dios; no basta solo con orar, así como Dios sale a nuestro encuentro, nosotros salgamos al encuentro de nuestros hermano, llenémoslo de amor con gestos agradables, que disciernan su espíritu y sacuda su conciencia impulsando a cada uno a la conversión interior.

[7]“Jesús nos invita a vivir en comunión con Él, viviendo en comunión con Él, entramos en comunión con el Padre y el Espíritu Santo. Entendamos que no hay discipulado sin comunión; la fe nos lleva al aislamiento del yo y nos deja reconocer al prójimo como hermano. La comunión es misión y la misión es para la comunión. La comunión de la iglesia se nutre con la palabra y el cuerpo de Cristo, la eucaristía es la esperanza y la muestra viva del amor. Los discípulos de Jesús, serían reconocidos si se aman los unos a los otros como Él nos amó, de ahí la importancia de vivir en y la comunión”.

Dando razón de nuestra realidad de hijos, hay unas pautas que debemos seguir para agradar al padre y para reconocernos fieles hijos comprometidos con su plan de salvación:

1.       La Obediencia.

2.       La Disposición.

3.       La Alegría.

4.       La Comunión.

5.       La Escucha.

6.       La Voluntad.

7.       El Animo

8.       El encuentro vivo con Jesús y la disposición para compartir todos los días con los demás, la alegría incomparable del amor y la presencia de Jesús en nuestra vida.

Como discípulos y misioneros, los jóvenes representan un enorme potencial; estos son sensibles a descubrir su vocación, están llamados a ser Centinelas del Mañana, pero no dispersos en grupos juveniles, si no en comunión y unidad al servicio de Cristo.

A la luz de María, debemos ser discípulos perfectos del Padre, en María encontramos la Palabra de Dios: [8]“Ella piensa y habla con la Palabra de Dios; la Palabra de Dios se hace su palabra y su palabra nace de la Palabra de Dios”. María es casa y escuela de la comunión y nos ayuda a mantener vivas las actitudes de atención, servicio, entrega y gratitud que deben distinguir a los discípulos de su hijo.

María nos enseña a ser discípulos y misioneros, y nos ayuda a hacer la voluntad de Dios Padre.

El Espíritu Santo es quien nos forma como discípulos y misioneros, por esta razón debemos dejarnos guiar por Él para anunciar la buena nueva a los necesitados de la gracia del Señor, los católicos somos portadores de buenas noticias y no profetas de desventuras.

Ahora si animados por el Espíritu Santo, siguiendo el ejemplo de María, pisando las sendas de Jesús en nuestro camino y haciendo la voluntad del Padre, seamos uno solo, viviendo en armonía y comunidad y seamos una Viva Juventud De Héroes para la Gloria de Dios.  Amén.





                                                                                                  JOSE CAMILO BOLAÑOS MENDEZ

SEMINARIO DIOCESANO NUESTRA SEÑORA

                                                                                                 Propedéutico, 2011





[1]Introducción del documento conclusivo, V Conferencia General, Documento de Aparecida.
[2]  Cf.  La carta de San Pablo a los Corintios en el capítulo 12, nos explica los dones del Espíritu Santo, dándonos a conocer en ella la forma en la cual utilizarlos y llevarlos a la comunidad para la edificación santificación de la Iglesia y la glorificación de Dios.
[3] Mirada de los Discípulos Misioneros Sobre la Realidad 38, Documento de Aparecida.
[4] Enviados a Anunciar el Evangelio del Reino de la Vida, Documento de Aparecida.
[5] Una Misión Para Comunicar Vida, Documento de Aparecida.
[6] Mensaje del Seminario Diocesano Nuestra Señora, invitando a la adoración y la contemplación a Jesús Sacramentado.
[7] Llamados a Vivir en Comunión, Documento de Aparecida.
[8] María Discípula y Misionera, Documento de Aparecida.