LA VIDA A LA LUZ DE APARECIDA
Siendo la comunión uno de los
temas principales del documento de Aparecida, es necesario reevaluar las formas
y los modos, por medio de los cuales la iglesia está atrayendo más obreros al
regazo del Señor. Los jóvenes representamos un enorme potencial como discípulos
y misioneros de Jesús, y entendiendo que estos no temen el sacrificio y la
entrega de su propia vida, es necesario contar con ellos, no solo porque son el
futuro y el presente vivo de la iglesia, si no porque son quienes tienen el
deber de renovarla y animarla con la alegría innata que los caracteriza.
La tecnología va creciendo y los
jóvenes van creciendo proporcionalmente con ella; así mismo la iglesia deberá
crecer en sus formas de evangelizar, de aclarar y de no dejar perder la vocación de los jóvenes
que en esta generación se están forjando. Para nadie es un secreto que los
adolecentes de esta época son más vulnerables, ¿Vulnerables a qué? A la droga,
al alcohol, a los grupos sociales que se forman para hacer el mal; se ven
atraídos a conseguir su beneficio a costo de cualquier cosa, sin importar nada,
y a subsistir y encontrar el dinero en cualquier negocio “fácil” que se
aparezca en el camino. Por estas razones, hay que preocuparse por lo que va a ser de
ellos y ayudarlos a construir un criterio solido en Dios.
Aceptando el ser cristianos como
un don y no como una carga, con alegría y disposición para entregar nuestra
juventud a la aventura del amor de Dios, nos decidimos a tomar un camino que
aunque con dificultades y pruebas, siempre tendrá una luz que nos alumbre y una
rosa que nos incentive a seguir caminando.
Hoy encontramos más personas con
sed de Dios y como tenemos vivo el tesoro del evangelio de Cristo, es tiempo de
hablar del amor del Padre.
Al reconocernos como hijos de
Dios, es necesario [1]“Impulsar la acción evangelizadora de la
Iglesia, llamada a hacer de todos sus miembros discípulos y misioneros de
Cristo”, teniendo siempre presente la meta primera que es la santidad.
Esto solo se logra avivando
nuestra fe, guiándola a partir de una espiritualidad trinitaria. Aquí el Padre
será quien nos preparará para dirigirnos a Él. El Hijo será Juan el Bautista en
nuestro camino, porque solo pisando las huellas que Jesús va dejando en el
suelo, será como encontraremos el camino a la salvación. Y el Espíritu Santo
será quien nos guie, con su fuego y con su amor nos llenará de dones para
ponerlos al servicio de la comunidad[2].
El Señor nos da esa innata necesidad
de caminar a su regazo, mientras nos observa ir en búsqueda de algo que
necesitamos pero que no conocemos, nos aborda y nos pregunta: ¿Qué buscan? Sin
necesidad de que respondamos, Él nos muestra el camino que debemos seguir para
llegar a su encuentro. Esa experiencia personal con el Señor, es la que nos
lleva a fortalecer nuestra fe, la que nos envuelve y guía para perseverar en el
camino del discipulado. Ese encuentro personal con Jesús es lo que nos hace
verdaderos discípulos y misioneros de su obra.
Para incentivar esos encuentros
de amor, de gracia y de fe, debemos incluir en nuestra vida la Sagrada
Eucaristía, fuente inagotable de amor por parte de Dios hacia nosotros. La
Eucaristía es la que nos da la fuerza para reconocer y llamar a Dios, Padre. [3]“Solo quien reconoce a Dios, conoce la
realidad y puede responder a ella de un modo adecuado y realmente humano”
Reconociéndonos como hijos de
Dios, debemos apropiarnos de la realidad que nos interpela como discípulos y
misioneros:
1.
Ponernos al servicio del reino.
2.
La importancia de la ciencia y la tecnología en
la evangelización.
3.
Mirar la realidad de la vida, con más humildad.
4.
Avivar el sentido de unidad en la Iglesia.
5.
Dar razón de mi realidad como hijo de Dios,
llegando así a reconocer también al prójimo como mi hermano.
Dispuestos al servicio, debemos
entender que: [4]“Todo discípulo es misionero, Jesús nos hace
partícipes de su misión; Jesús nos vincula como discípulos y hermanos suyos, y
es deber de nosotros cumplir este cargo que no es opcional, es parte de nuestra
identidad como Cristianos y es extensión de nuestra vocación” Los
discípulos y misioneros debemos adoptar las actitudes de Jesús, en la
generosidad de los misioneros se muestra la generosidad de Dios; en la gratitud
de los apóstoles aparece la gratitud del evangelio.
No se puede concebir el ser
discípulo y misionero sin tener una formación básica de lo que vamos a
proclamar y predicar a los demás (teniendo en cuenta que nuestra vida es el
primer ejemplo de convicción, esto nos llevará a ser más certeros y decisivos
al momento de hablar de Dios). Es importante enseñar y cultivar el espíritu del
aprendizaje de los nuevos discípulos y misioneros de Cristo en lugares como:
1.
La familia.
2.
Movimientos eclesiales – grupos juveniles.
3.
Pastoral juvenil.
4.
Capacitación – métodos pedagógicos
5.
Asegurar la participación activa de los jóvenes
dentro de la iglesia – ministerios “música, danza, proyección social, acogida,
intercesión, teatro, etc.”, escuelas “acólitos, proclamadores, servidores,
etc.”, entre otros.
Viendo la familia como uno de los
principales pilares de la iglesia, debemos tener en cuenta que así como a
nuestros padres los educaron con una perspectiva de un Dios vivo, nosotros a
los adolecentes de esta época debemos evangelizarlos y darles a conocer a ese
Dios que vive. Para esto podremos
ayudarnos de la ciencia y la tecnología.
En la pastoral de la comunicación
social, la tecnología y la comunicación puestos al servicio del evangelio
ofrecen una misión sin límites, llegando así a tantas partes como el evangelizador
se lo proponga. Esta evangelización tiene el fin natural de comunicar vida, [5]“la misión es dar la vida a otros, dejar la
seguridad de la orilla y aventurarse a comunicar en aguas más profundas”, debemos
dejar los miedos y lanzarnos a la misión.
Debemos como portadores del
mensaje, ayudar no solo a comunicar si no a revelar a Cristo en el mundo,
contribuyendo al encuentro de la verdadera vocación. Para esto debemos ser
celosos y dispuestos a vivir y morir a la luz del evangelio, dejando una huella
viva de Cristo hecho palabra. Los discípulos y misioneros primero lo conocemos
y luego lo anunciamos. [6]“El verdadero discípulo es aquel que pasa
largos ratos a los pies del maestro” con alegría y fe seamos entonces
portadores del evangelio.
La iglesia está al servicio de
todos los seres humanos (Todos somos hijos de Dios, no importa el estrato ni la
situación social, todos esperan el mensaje de Cristo en su vida). Explorando
aguas más profundas, nos damos cuenta que la realidad de la vida es distinta a la
que estamos acostumbrados a ver, hay personas necesitadas del Señor, en los
lugares que nosotros menos nos imaginamos. Pero, ¿Cómo encontraremos el camino
para la evangelización de los necesitados? Jesucristo que es el camino la
verdad y la vida, Él sale a nuestro encuentro mostrándonos su amor de Padre, si
Jesús que es el hijo de Dios tiene esa muestra de humildad tan grande; como
nosotros pequeños servidores del Señor, no somos capaces de evitar nuestro ego
y no evangelizamos a nuestro prójimo, ¿Porqué lo menospreciamos y lo
consideramos menos?
Al entregar nuestra vida al amor
del Padre y cumpliendo con la misión de la evangelización, caminamos hacia la
santidad. Comprendiendo que la santidad no es individual o intima, debemos
preocuparnos y vivir por los demás, dispuestos a entregarles nuestro tiempo,
nuestro amor y nuestro respeto; siguiendo el ejemplo de Jesús (su vida es una
entrega radical de sí mismo a favor de todas las personas, Él es el Salvador),
besando sus pies y agradando al padre con obras humildes de misericordia.
La Iglesia necesita renovar el
sentido de unidad, no solo con diálogos ecuménicos, no solo con atención y
conferencias a los sacerdotes. Es triste ver como dentro de una misma Diócesis
hay parroquias divididas, hay sacerdotes con soberbias y envidias entre sí, hay
grupos juveniles odiándose y repudiándose entre sí. Esto es inconcebible, ya
que todos seguimos y servimos a un mismo Dios; no basta solo con orar, así como
Dios sale a nuestro encuentro, nosotros salgamos al encuentro de nuestros
hermano, llenémoslo de amor con gestos agradables, que disciernan su espíritu y
sacuda su conciencia impulsando a cada uno a la conversión interior.
[7]“Jesús nos invita a vivir en comunión con Él,
viviendo en comunión con Él, entramos en comunión con el Padre y el Espíritu
Santo. Entendamos que no hay discipulado sin comunión; la fe nos lleva al
aislamiento del yo y nos deja reconocer al prójimo como hermano. La comunión es misión y la misión es para
la comunión. La comunión de la iglesia se nutre con la palabra y el cuerpo
de Cristo, la eucaristía es la esperanza y la muestra viva del amor. Los
discípulos de Jesús, serían reconocidos si se aman los unos a los otros como Él
nos amó, de ahí la importancia de vivir en y la comunión”.
Dando razón de nuestra realidad
de hijos, hay unas pautas que debemos seguir para agradar al padre y para
reconocernos fieles hijos comprometidos con su plan de salvación:
1. La
Obediencia.
2. La
Disposición.
3. La
Alegría.
4. La
Comunión.
5. La
Escucha.
6. La
Voluntad.
7. El
Animo
8. El
encuentro vivo con Jesús y la disposición para compartir todos los días con los
demás, la alegría incomparable del amor y la presencia de Jesús en nuestra
vida.
Como discípulos y misioneros, los
jóvenes representan un enorme potencial; estos son sensibles a descubrir su
vocación, están llamados a ser Centinelas del Mañana, pero no
dispersos en grupos juveniles, si no en comunión y unidad al servicio de
Cristo.
A la luz de María, debemos ser
discípulos perfectos del Padre, en María encontramos la Palabra de Dios: [8]“Ella piensa y habla con la Palabra de Dios;
la Palabra de Dios se hace su palabra y su palabra nace de la Palabra de Dios”.
María es casa y escuela de la comunión y nos ayuda a mantener vivas las
actitudes de atención, servicio, entrega y gratitud que deben distinguir a los
discípulos de su hijo.
María nos enseña a ser discípulos
y misioneros, y nos ayuda a hacer la voluntad de Dios Padre.
El Espíritu Santo es quien nos
forma como discípulos y misioneros, por esta razón debemos dejarnos guiar por Él
para anunciar la buena nueva a los necesitados de la gracia del Señor, los
católicos somos portadores de buenas noticias y no profetas de desventuras.
Ahora si animados por el Espíritu
Santo, siguiendo el ejemplo de María, pisando las sendas de Jesús en nuestro camino
y haciendo la voluntad del Padre, seamos uno solo, viviendo en armonía y
comunidad y seamos una Viva Juventud De
Héroes para la Gloria de Dios. Amén.
JOSE
CAMILO BOLAÑOS MENDEZ
SEMINARIO DIOCESANO
NUESTRA SEÑORA
Propedéutico, 2011
[1]Introducción
del documento conclusivo, V Conferencia General, Documento de Aparecida.
[2] Cf. La
carta de San Pablo a los Corintios en el capítulo 12, nos explica los dones del
Espíritu Santo, dándonos a conocer en ella la forma en la cual utilizarlos y
llevarlos a la comunidad para la edificación santificación de la Iglesia y la
glorificación de Dios.
[3]
Mirada de los Discípulos Misioneros Sobre la Realidad 38, Documento de
Aparecida.
[4]
Enviados a Anunciar el Evangelio del Reino de la Vida, Documento de Aparecida.
[5]
Una Misión Para Comunicar Vida, Documento de Aparecida.
[6]
Mensaje del Seminario Diocesano Nuestra Señora, invitando a la adoración y la
contemplación a Jesús Sacramentado.
[7]
Llamados a Vivir en Comunión, Documento de Aparecida.
[8]
María Discípula y Misionera, Documento de Aparecida.
los jóvenes necesitan una verdadera orientación, pienso que no hay un ente mas oportuno para formarlos que la misma iglesia. es un buen tema para que ellos puedan empezar su camino de formación.
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